Dr. Atl: El Hombre que Pintó con Fuego
- ACCO
- 12 ago
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Hay artistas que pintan el mundo y hay artistas que son una fuerza del mundo. Gerardo Murillo (1875-1964), mejor conocido como Dr. Atl, pertenecía a la segunda categoría. Su vida y su obra fueron una erupción constante de ideas, pasiones y revoluciones que no solo capturaron el paisaje de México, sino que le dieron forma al arte de todo un siglo.

Los Primeros Años: La Formación de un Rebelde (1875-1903)
Nacido en Guadalajara, Jalisco, Gerardo Murillo mostró desde joven un espíritu inquieto. Sus estudios iniciales en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México lo enfrentaron a un sistema de enseñanza que consideraba rígido y anacrónico, basado en la copia de modelos europeos. Esta fue su primera rebelión: una lucha contra la imitación que definiría toda su carrera.
Gracias a una beca otorgada por el gobierno de Porfirio Díaz, viajó a Europa en 1897. Pero su viaje no fue el de un estudiante convencional. En lugar de limitarse a la pintura, se sumergió en la efervescencia intelectual del continente: estudió Filosofía en la Universidad de Roma y Derecho Penal en la Sorbona de París. Su curiosidad era insaciable; colaboró con el Partido Socialista Italiano y con el periódico Avanti, y se dice que caminó de Roma a París solo para escuchar las cátedras sobre arte del filósofo Henri Bergson. Fue en esta etapa que el poeta Leopoldo Lugones lo bautizó con el nombre que lo haría leyenda: Dr. Atl ("Doctor Agua" en náhuatl), una declaración de principios que significaba una ruptura con su pasado y un renacimiento con una identidad ligada a las fuerzas de la naturaleza.
La Erupción de la Vanguardia: El Regreso a México (1903-1921)
A su regreso, Dr. Atl se convirtió en el gran agitador de la Academia de San Carlos. Conocido como "el agitador", persuadió a sus alumnos, entre los que se encontraban unos jóvenes Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, a abandonar los temas clásicos y a encontrar un lenguaje propio, monumental y anclado en la identidad mexicana. Su influencia fue directa y formativa; como recordaría Siqueiros, Atl buscaba "conducir las mentes de los jóvenes hacia el muralismo". Fue él quien organizó una exposición en la revista Savia Moderna donde Rivera y otros mostraron sus primeras obras, rompiendo con el academicismo imperante.
Su vida artística y política se volvieron inseparables; participó activamente en la Revolución Mexicana y fue el primero en teorizar sobre un arte público y monumental, plantando la semilla ideológica que el muralismo cosecharía años después.
La Obsesión Geológica: ¿Por qué los Volcanes?
Para Dr. Atl, el paisaje nunca fue una vista decorativa. Era la manifestación de la energía primigenia y violenta de la Tierra. Encontró en los volcanes la metáfora perfecta de su propia visión del mundo y de México: una fuerza de creación y destrucción en un solo acto.
Su fascinación con el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl era casi mística. Los pintó cientos de veces, desde todas las perspectivas imaginables, incluyendo vistas aéreas desde aviones, creando lo que hoy se conoce como "aeropaisaje". Para capturar la energía del momento al aire libre, inventó los "Atl-colors", unas barras de cera, resina y pigmento que le permitían pintar con rapidez y furia.
Su obra maestra, donde el artista y el geólogo se fusionaron, fue su crónica visual y escrita del nacimiento del volcán Paricutín en 1943. Durante meses, acampó en sus faldas, documentando la erupción mientras la lava corría a su alrededor, una hazaña de inmersión total que demuestra que para él, el arte era una experiencia de vida o muerte.
Carrera, Crítica y Legado
Dr. Atl tuvo una carrera expositiva constante y de alto perfil. Tuvo importantes muestras individuales en el Exconvento de la Merced (1921), el Palacio de Bellas Artes (1934, 1942) y el Museo Nacional de Artes Plásticas (1948), culminando con grandes retrospectivas en el Museo Nacional de Arte (1984) y el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (2011).
La crítica de su tiempo a menudo lo veía como una figura polémica y excéntrica, pero era imposible negar su influencia. Incluso en Europa, sus pinturas de caballete obtuvieron grandes éxitos y críticas positivas en publicaciones parisinas como Comaedia y Le Monde Illustré. Hoy, la historia del arte lo reconoce unánimemente como una figura pivotal: el "padre del paisaje moderno mexicano" y el precursor indispensable del Muralismo.
Su gran legado fue darle al arte mexicano un nuevo vocabulario visual, centrado en el color vibrante, la pincelada enérgica y la monumentalidad del paisaje nacional. Sin su agitación, sin su rebelión y sin sus ideas, la revolución muralista de Rivera, Orozco y Siqueiros habría sido muy diferente. Él les dio el permiso ideológico para ser monumentales y, sobre todo, para ser profundamente mexicanos. Para un coleccionista, una obra del Dr. Atl no es solo un paisaje; es una pieza de la historia geológica y artística de México, cargada de la energía de un hombre que era, él mismo, una fuerza de la naturaleza.
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