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Walter Hopps: El Ojo Salvaje que Curó la Vanguardia

  • Foto del escritor: ACCO
    ACCO
  • 20 sept
  • 3 Min. de lectura

Hay figuras en la historia del arte que son recordadas por su gusto impecable, su habilidad para los negocios o su elegante presencia social. Y luego está Walter Hopps. Con una energía eléctrica que parecía hacerlo vibrar en su sitio, una mente enciclopédica capaz de recitar linajes artísticos como si fueran versos, y un aspecto a menudo caótico que contrastaba con los museos inmaculados que dirigía, Hopps no era un burócrata del arte. Era el "ojo" salvaje de la escena de Los Ángeles, un visionario con una habilidad casi sobrenatural para detectar el futuro del arte y darle una plataforma antes de que nadie más supiera siquiera que estaba sucediendo.


Walter Hopps

Ferus: El Primer Laboratorio (con Ed Kienholz)


La leyenda de Walter Hopps comienza, como gran parte de la escena de L.A., en la Ferus Gallery. En 1957, un joven y brillante Hopps, que ya había dirigido una pequeña galería de vanguardia desde su propia casa, se asoció con el artista Ed Kienholz para fundar un nuevo espacio. Fue un gesto audaz. Ferus, en sus inicios, era un lugar crudo, hecho por ellos mismos, diseñado con un único propósito: exhibir el arte que ninguna otra galería en Los Ángeles se atrevía a tocar.


Desde el principio, Hopps fue el motor curatorial. Era él quien pasaba horas recorriendo los estudios de artistas desconocidos, quien vio el potencial en un joven Robert Irwin cuando apenas estaba empezando, y quien construyó la reputación intelectual de la galería. Cuando el carismático Irving Blum se unió más tarde, se formó la dupla perfecta: Hopps era el ojo que descubría el talento en su estado más puro y radical; Blum era el gusto que lo pulía y lo presentaba al mundo.


Los Años Dorados de Pasadena: Escribiendo la Historia del Arte


Si Ferus fue su laboratorio, el Pasadena Art Museum fue el escenario donde Walter Hopps demostró su genio al mundo. Durante un breve pero explosivo periodo a principios de los 60, convirtió este museo suburbano en la institución de arte más vanguardista del planeta, logrando dos hazañas que cambiarían la historia.


El Regreso del Rey: Duchamp en Pasadena (1963)

A los 31 años, Hopps se propuso algo que parecía imposible: organizar la primera retrospectiva museística de Marcel Duchamp, el padrino de todas las vanguardias, quien vivía en un estado de semi-retiro y desconfiaba del mundo del arte. Hopps viajó, insistió y, con su conocimiento enciclopédico y su pasión contagiosa, convenció al maestro. El resultado fue un evento de una importancia monumental. Traer la obra de Duchamp a Pasadena fue como inyectar el ADN del pensamiento conceptual directamente en el torrente sanguíneo de la escena de L.A. Validó la inclinación de los artistas locales por la idea sobre el objeto y les dio un linaje histórico.


Walter Hopps y Marcel Duchamp, 1963
Walter Hopps y Marcel Duchamp, 1963

Bautizando al Pop: 'New Painting of Common Objects' (1962)

Con un instinto casi profético, Hopps se dio cuenta de que varios artistas en ambas costas estaban trabajando con imágenes de la cultura de masas. En septiembre de 1962, meses antes de que el Guggenheim de Nueva York organizara su famosa exposición sobre el Pop Art, Hopps curó "New Painting of Common Objects". Fue la primera exposición en un museo estadounidense que presentó a Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Ed Ruscha y otros bajo un mismo paraguas temático. Fue una victoria simbólica crucial en la rivalidad cultural con Nueva York. Hopps no solo reconoció el movimiento, lo bautizó y lo presentó en sociedad desde la Costa Oeste.


El Legado de un Visionario: De Washington a Houston


El genio de Hopps no fue un destello aislado. Su carrera posterior demostró su impacto nacional. Fue director de la prestigiosa Corcoran Gallery of Art en Washington, D.C., pero su logro culminante fue su rol como director fundador de la Menil Collection en Houston. Allí, ayudó a dar forma a una de las colecciones privadas más extraordinarias del mundo, no como un monumento al dinero, sino como un espacio íntimo y profundamente personal para la contemplación del arte, reflejando la filosofía de sus fundadores, Dominique y John de Menil.


El legado de Walter Hopps es el del "curador de los artistas". Era un hombre que pensaba como ellos, que entendía sus impulsos más radicales y que tenía el coraje de luchar para darles un lugar en la historia, a menudo años antes de que el mercado o la crítica estuvieran listos. Si Irving Blum fue el gusto que vendió la escena de Los Ángeles y la convirtió en una marca, Walter Hopps fue el intelecto que la descubrió, la nutrió y demostró al mundo que era una de las más importantes e innovadoras del siglo XX.

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